Atrás han quedado los años de consumo de vinilos, reducido hoy a un ambiente de músicos y seguidores nostálgicos que, pese a lo difícil y costoso que resulta producir y obtener el apreciado oro negro, buscan mantener vivo el formato.
Obvio, reconocemos que existe esa gente que jamás consumirá otra cosa diferente a un LP y casi miran con desprecio al resto de oyentes. Pero la mayoría de consumidores de la música actual, por muy extraño que parezca, nunca tuvieron un Long Play (LP) en sus manos para sentir el placer de complementar la escucha visualmente.
El Compact Disc (CD) llegó en los años 80 y, obligó que el diseño de sus tapas se volviera inevitablemente compactas, perdiéndose parte del encanto. Y siguiendo la evolución tecnológica, este nuevo milenio trajo consigo el formato digital, bueno y malo a la vez, pero que en definitiva reduciría a pixeles digitales (en algunos casos de dudosa calidad) las portadas de los discos como un complemento a la escucha musical.
Resulta contradictorio que en esta era, donde la explosión de imágenes es más grande que nunca, es cuando el diseño físico pierde también más fuerza en el mercado discográfico al poder escuchar un disco sin tenerlo de forma física.
Es de extrañarse, que no hace mucho, la práctica de ir a una tienda de discos y pasarse horas entre plásticos y cartones buscando sorpresas era el plan perfecto de fin de semana de unos jóvenes audaces que, contra todo pronóstico, iban dispuestos a encontrarse gratas sorpresas qué llevar a sus tocadiscos.
Podías tranquilamente no conocer una banda, pero hipnotizado por la portada, llevabas el disco a casa y como en una especie de ritual, acompañabas la escucha con una sublime contemplación de la atractiva portada, contraportada e interiores de un LP que maximizaba el placer de la audición.
Atrás quedó pues, el diseño de la portada como un factor importante del concepto del disco. La época dorada del LP fueron las décadas de los 70/80, cuando eran vendidas millones de copias y se atesoraban con especial devoción.
¿Quiénes eran pues, los creadores de tan emblemáticas portadas de discos?
Con un estilo tan reconocible y enigmático, el colectivo británico Hipgnosis, aportó su arte en algunos de los discos más icónicos de la historia.
Storm Thorgerson y Aubrey Powell iniciaron su carrera como diseñadores creando la identidad visual del segundo álbum de sus amigos Pink Floyd, Saucerful of Secrets (1968). A partir de ahí, serían los encargados del diseño de todas las portadas de la banda.
En su trabajo con Pink Floyd, aunque en su gran mayoría parecieran dibujos o fotomontajes, la mayoría de obras de Hipgnosis eran fotografías reales, donde en algunos casos, invirtieron días para captar el momento exacto para su captura. Por cierto, en la portada de Wish You Were Here (1975), realmente prendieron fuego a un doble de Hollywood.
Hipgnosis lograba que la escucha de estos excelentes discos durara horas y horas, por culpa del infructuoso análisis sobre qué carajo querían decir esos tipos de la banda con tanta imagen.
Finalmente Dark Side of the Moon (1973), sería el trabajo gráfico con el que se le abrirían las puertas al colectivo para diseñar los mejores discos de la dorada década de los años 70.
Tras su éxito, Hipgnosis se sumó con el fotógrafo Peter Christopherson, consiguiendo un altísimo nivel artístico, que convirtió al colectivo, en los diseñadores de portadas reyes de los 70.
Legendarias carátulas como la del guitarrista cósmico del Electric Warrior (1971) de T. Rex, la sencilla portada del álbum de debut de Bad Company (1974), esa mezcla de arte pop y el Grito de Munch observable en las caras aullando de Strangers in the Night (1979) de UFO, las mitológicas figuras femeninas que reptan monte arriba en Houses of the Holly (1973) de Led Zeppelin o quien se sumerge en la piscina rodeado de retratos mirando hacia arriba en el High n Dry (1981) de Def Leppard.
Hipgnosis, un estilo propio
En su medio millar de célebres discos, podemos observar puntos comunes.
El primero, un surrealismo a partir de un trabajo fotográfico real o con técnicas de fotomontaje con un toque dadaísta.
Las figuras humanas o antropoides existen con acciones concretas que la mayoría de veces no logramos comprender, sembrando en nuestro cerebro una interpretación subjetiva, como si fuera sacado de un sueño.
¿Qué nos dice esa pareja en ese colorido ambiente suburbano del Phenomenon de UFO (1974)? Y ¿Cuál es el mal rollo de aquellos médicos cirujanos en Difficult to Cure (1981) de Rainbow?
¿Qué tan infinito es ese cuadro que surge del concepto de repetición tan escheriano de la portada Unmagumma de Pink Floyd (1969)? ¿Qué carajos tienen en la cabeza el grupo como Toe Fat para introducirnos en un mundo tan bizarro con humanos con cara de dedo?
En definitiva, esas escenas indescifrables, oníricas y cargadas de simbolismo, dependen de quien las mire y escuche la banda.
El vestuario de los personajes deliberadamente obsoleto, pareciera que hubiesen buscado de forma consciente el anacronismo, sabiendo que el paso de los años y el cambio constante de las modas no hacen más que potenciar el efecto onírico de sus portadas.
En otras portadas menos enigmáticas, se logra apreciar también a personajes en acciones que se pueden considerar como explícitas. Busca la que hoy sería probablemente escandalosa e ilegal portada de Virgin Killer.
Pero el mensaje de cubiertas como el Jump on It (1976) de Montrose, en la que la imagen y palabra dejan un mensaje evidente de incorrección política. O el clásico Force It (1975) de UFO, retratando un acto sexual entre fálicos grifos que desgastan los ojos.
Sello artístico, sin duda alguna
Hipgnosis dejó al mundo una gran colección de obras de arte visual.
Storm Thorgerson dejó el colectivo, pero continuó trabajando en las siguientes décadas dejando el sello de Hipgnosis en algunas portadas de grupos como: Cramberries, Muse, Audioslave, The Mars Volta y por supuesto, Pink Floyd. Thorgerson murió en el año 2013.
Que Dios lo tenga en su santa gloria.