Caza de brujas en la actualidad: un antiguo feminicidio latente en la sociedad

Cerca del 80% son mujeres y casi la mitad de personas enjuiciadas corrían con la mala suerte de ser quemadas en la hoguera y padecer torturas.

La caza de brujas, es en la actualidad un feminicidio que sigue ocurriendo dejando un saldo de miles de víctimas alrededor del mundo moderno. Pero ¿Por qué la caza de brujas está latente en la actualidad? ¿Por qué hay mujeres que se les acusa de estas prácticas?

Antes que nada, conozcamos algo de historia sobre este feminicidio

En la edad antigua, para salvarse de morir entre las llamas de una hoguera, las mujeres debían demostrar que pesaban un poco más que un ligero pájaro. Era así, que las mujeres al llegar al pueblo holandés de Oudewater, debían pasar la prueba de Heksenwaag: la balanza de las brujas.

Se pensaba que las brujas podían volar porque, al no poseer alma, no tenían peso. Entonces, si tras subir a la plataforma su peso era “normal”, obtenían un certificado que demostrara su condición de persona “normal”, de lo contrario, era sentenciada a los llamados “juicios de Dios”.

Por sencillo que pareciera, entre el siglo XVI, era muy difícil convencer a la muchedumbre de que una persona no poseía esa condición, solo bastaba que alguien apuntara con su dedo y gritara ¡Bruja!, ¡Bruja!

En toda Europa existían otras balanzas, sin embargo, la prueba de Heksenwaag poseía cierta fama.

En la imagen: balanzas medievales para pesar mujeres y confirmar si eran brujas. Caza de brujas en la actualidad. Feminicidio
Se decía que las brujas podían volar porque al carecer de alma, no tenían peso.

Existen relatos de otros lugares en los que se manipulaba la balanza para que mostrara el ‘0’ en el cuadrante. Explica Marja Kingma, de la British Library, en un informe.

Hoy en día, balanzas como la de Oudewater son una atracción turística donde personas se pesan y logran un certificado de recuerdo. Pero la caza de brujas todavía no es un asunto del pasado.

La caza de brujas en la actualidad: Pesadilla sin fin para muchas mujeres

La ONU informa que miles de mujeres son asesinadas cada año por su supuesta condición de ser brujas. Y a pesar de su conexión con lo mágico y la superstición, no oculta el aspecto fundamental para comprender este fenómeno: la violencia de género.

Más allá de los supuestos poderes malvados, personas que investigan el fenómeno, concuerdan con que las mataban por el hecho de ser mujeres.

El Martillo de las Brujas

En la mañana del 29 de octubre de 1485, eclesiásticos y el inquisidor Henry Institoris, se juntaron en la sala de reuniones del ayuntamiento de Innsbruck (al oeste de Austria).

El motivo, presenciar el interrogatorio de Helena Scheuberin, mujer que acusaban de practicar brujería. Ella, se sentó en el banquillo de acusados junto a otras trece personas.

Scheuberin, se caracterizaba por ser una mujer atrevida e independiente. Tenía las suficientes agallas para decir lo que sentía e interrumpió el sermón de Institoris para gritar públicamente que era un ser malvado.

Helena se le acusaba de tener muchos amantes y de matarlos con sus poderes. La inmoralidad sexual y la brujería son dos conceptos inseparables, insistió Institoris apuntando a ella.

Institoris siguió interrogando sobre sus prácticas sexuales de la supuesta bruja, aportó detalles escabrosos, apasionado por una creciente cólera que, momentos después, comenzó a incomodar al resto de prelados; a tal punto, que el representante del obispo, irritado, ordenó que dejase el espectáculo.

Pese a sus argumentos, el juicio terminó mal para el inquisidor, la comisión liberó a Helena y este fue humillado.

Institoris, conocido también por su nombre alemán (Heincich Krämer), se prometió a si mismo nunca dejar escapar una bruja. Entonces, se encerró en la ciudad de Colonia (Alemania) a escribir, junto al monje dominico Jacob Sprenger uno de los textos medievales más conocidos, y uno en sí mismo de los más infames: “El martillo de las Brujas, el Malleus Maleficarum”.

Este libro publicado en 1487, se reeditó al menos 15 veces y se distribuyeron 30.000 ejemplares en toda Europa, en plena época de cacería supersticiosa. Así lo cuenta la escritora Mona Chollet en su obra “Brujas ¿Estigma o la fuerza invencible de las mujeres?”.

Durante esa época de fuego, los jueces utilizaban el texto en todos los procesos. Planteaban las preguntas del ‘Malleus’ y oían las respuestas del ‘Malleus’, explica Chollet.

Era el momento perfecto. En 1484, el Papa Inocencio VIII emitió una bula que permitía la violencia contra las brujas y “El Martillo de las Brujas” era el método para los inquisidores.

Según historiadores como Peter. Leeson y Jacob W. Russ. Entre los años 900 y 1400, las autoridades cristianas no se disponían a admitir que las brujas existieran y mucho menos a juzgar a alguien por ese delito. Pero a partir de ahí, las brujas ya iban a estar en todas partes para la iglesia.

Fue entonces entre 1560 y 1630, donde se produjo más del 60% de juicios y feminicidios. Esto, según datos de 43.000 actas en 21 países europeos tomados de una investigación para The Economic Journal.

Según el informe, más de la mitad de estos feminicidios ocurrieron en un radio de 500 kilómetros en torno a la ciudad de Estrasburgo (Francia), ver gráfico.

Sin embargo, no existe un consenso entre historiadores sobre qué motivos llevaron a este cambio de postura sobre las brujas. Pero, lo relacionan con el riesgo que vio la iglesia de su poder.

Elementos para torturar en la edad media. Caza de brujas

Caza de brujas: ¿Por brujas o por ser mujeres?

El texto “Malleus Maleficarum” es uno de los primeros textos en la historia de la humanidad que trataba sobre criminología, un código penal y uno procesal.

Este libro dice textualmente que la brujería es un delito y que debe ser perseguido como tal. Esto dice Pablo Ernesto Rossi. Docente e investigador de la Facultad de Derecho de la UBA.

Además, sostiene que el texto está pensado para inquisidores y su trasfondo es explícito acerca de que la persecución es dirigida hacia las mujeres.

El texto señala que la mayor parte de las brujas son mujeres y no hombres. Y dedica todo un capítulo a explicar que las mujeres son seres inferiores y por eso para el demonio le es más fácil lidiar con ellas, especialmente si son pobres, afirma Rossi.

El manuscrito de las sesiones de tortura describen un perfil claro: mujeres, pobres y generalmente solteras o viudas.

El texto era dirigido exclusivamente contra las mujeres

El libro y la época son el reflejo de una angustia masculina sobre todo lo que tiene que ver con la reproducción humana: el conocimiento del embarazo, dirigir un parto; incluso, las hierbas abortivas, todo eso era dominio de la mujer. Dice Rossi.

Se buscaba que todo el contexto del nacimiento humano dejara de estar en manos de las mujeres y pasara a la figura médica, encarnada por el hombre, quien en esa época tenía acceso a la educación.

Según el “Malleus”: “Las parteras son las que causan mayores daños…, cuando no matan al niño, entonces, obedeciendo a otro designio lo sacan fuera de la habitación y lo levantan al aire ofreciéndolo al demonio”.

Según en su libro, Blazquez Graf, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Autónoma de México. Afirma que “Las mujeres acusadas de brujería tenían habitualmente ciertos oficios, solían ser cocineras, perfumistas, curanderas, consejeras, campesinas, parteras o nanas, y realizaban sus actividades a través del desarrollo del conocimiento que les eran propios”.

Con sus conocimientos sabían distinguir plantas, conocían métodos para destilar remedios curativos, suministraban anticonceptivos y practicaban abortos…

El “Malleus” no distinguía en los comportamientos, “No juzgaba por tus actos, sino por lo que eras”, adhiere Pablo Ernesto Rossi, en conversación con la BBC.

El libro era claro: “Hay brujas que hieren y curan, otras hieren, pero no pueden curar, y otras sólo curan… A causa del juramento maligno con el diablo, todas las obras de las brujas, incluso las buenas, deben ser consideradas como malas”.

La caza de brujas en América Latina

Según Ana Carolina Palma, investigadora de la Universidad Icesi de Colombia, bajo el colonialismo la quema de brujas no fue un fenómeno masivo comparado a Europa.

Sin embargo, las mujeres del “nuevo mundo” no fueron del todo ajenas al feminicidio, pues muchas fueron acusadas de brujería ante los tribunales de la inquisición que llevaron los españoles en Lima, México y Cartagena de Indias.

En su llegada, los españoles se encontraron con una antiquísima tradición mágica, ligada a sus propias visiones de la religión y la medicina. Esta se terminó mezclando con las propias supersticiones de los españoles e, incluso, las de los esclavos provenientes de África.

“De forma irónica, conceptos europeos de satanás y los supuestos poderes de las brujas comenzaron a introducirse en la cosmovisión de los pueblos indígenas”. Dice Silverblatt en sus investigaciones.

Desde ese tiempo, la violencia contra las mujeres influenciada por las supersticiones europeas, iban a seguir ocurriendo de forma sistemática hasta la edad moderna. Y estas supersticiones se instalaron culturalmente en las poblaciones latinoamericanas, que siguieron creyendo en las brujas y su conexión con el diablo.

Así es, como a mediados del siglo XX, las brujas seguían muriendo en la región. No a través de juzgamientos entre sotanas, sino “en linchamientos y torturas” a manos de masas de personas furiosas. Explica a BBC Mundo Gema Kloppe-Santamaria, historiadora y docente de la Universidad de Loyola (Chicago).

Y el México posrevolucionario es un ejemplo de ello.

Linchamientos populares

Un día de agosto de 1941, a Lucero Curiel la sacaron de su casa en el pueblo de San Juan del Mezquital en Zacatecas.

Las piedras y palos se amontonaron sobre el cuerpo de ella, provenientes de la muchedumbre que en varias ocasiones habían acudido a ella en busca de brebajes, curación de enfermedades y atrajeran buena fortuna.

La culpaban de la muerte de varias personas en el pueblo. Antes de que ella pudiese explicarse, las llamas ya estaban en su cuerpo.

En julio de 1944, a Clara Fonseca, se le moriría un niño enfermo de meningitis, este niño era hijo de una influyente familia en la Purísima (Puebla). Palos y cuchillos de una turba dieron cuenta de que no era una “verdadera curandera”.

También Micaela Ortega, fue desfigurada en su cara y cuerpo cuando un grupo de hombres, incluido el alcalde de Acajete (puebla), la arrastraran a la calle delante de sus hijos en noviembre de 1934. Ella era espiritista, socialista y quería convertir la iglesia de la localidad en una biblioteca.

Estos y otros relatos similares fueron descritos por Kloppe-Santamaria, en su libro “En el vórtice de la violencia: linchamiento, justicia extralegal y estado en el México posrevolucionario” al remover los archivos policiales y la hemeroteca entre los años 1930 y 1950.

¿Por qué una violencia tan cruel contra estas mujeres? Y ¿Qué tenían en común?

Eran vistas como transgresoras, se alejaban del rol que se esperaba de ellas en la época. Desafiaban la sumisión, domesticidad, pasividad y cuidado maternal. Explica Kloppe a BBC Mundo.

Existía una posición ambivalente entorno a estas brujas o curanderas:

Eran buscadas por personas influyentes debido a las supersticiones, pero eran percibidas como subversivas, pues desafiaban el dominio de los hombres en la esfera pública y privada.

La violencia, estaba cargada de simbolismo. Había que “sobrematarlas”, precisa la historiadora. La creencia en lo sobrenatural buscaba impedir que la bruja volviera para vengarse, por eso había que quemarlas.

Sin embargo, también se le daba un mensaje a la mujer: este tipo de prácticas no serán toleradas. Y que la matanza ocurriera como acto social y público, en la calle, tenía un objetivo ejemplarizante.

La caza de brujas en la actualidad

Según la investigadora, este tipo de violencia contra la mujer desapareció entre las décadas de los 70 y 80. Sin embargo, las matanzas por brujería no desaparecen en otros lugares del mundo.

Según informe del comité de expertos del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, “Persisten demasiadas comunidades donde ser catalogada como bruja equivale a recibir una pena de muerte”.

Este fenómeno está lejos de conocerse, pues muchos de estos crímenes ocurren en territorios lejanos y de difícil acceso.

Según el informe, se han documentado 22.000 víctimas acusadas de brujería en los últimos 10 años, pero aseguran que apenas es la punta del iceberg.

Según sus datos, en Tanzania más de mil personas son asesinadas anualmente por este motivo. Entre el año 200 y 2016, la policía registró 2.500 asesinatos por sospecha de brujería en India.

El informe de la ONU, destaca otros países como República Democrática del Congo, Angola, Nigeria, Ghana y Kenia, como lugares donde ocurren estos feminicidios.

En 50 países se han registrados casos en la actualidad, siendo la caza de brujas una práctica legal. En Arabia Saudita, por ejemplo, se creó en el año 2009, una “Unidad Antibrujería” que sigue vigente.

Estos asesinatos a las mujeres ocurren entre una completa violencia y actos de tortura. Se pueden “cobrar honorarios” por exorcismos, por cazar a quien reciba la acusación de brujería o por sanar a alguien que supuestamente ha sido embrujado.

Durante la pandemia de la covid-19 se ha incrementado estos crímenes

Las pandemias han creado situaciones de incertidumbre y desesperación. Esto, hace que la superstición y lo irracional aumente las acusaciones de brujería contra las mujeres.

Sin embargo, en varios informes se identifican que sobresalen tres grupos poblacionales más afectados: niños (acusados de estar poseídos por el diablo), personas con trastornos mentales y discapacidades varias (incluyendo a los albinos) y las mujeres.

Una mujer se identifica en peligro cuando se expone a una sociedad con creencias de brujería y de ser vista como “trasgresora de la norma cultural”.

Según investigadores, en algunos países como la India, las mujeres que viven solas y se mantienen por sí mismas, se les acusa de brujas con el fin de arrebatarle sus posesiones.

“Trasgresoras”, esta acusación es la que persiste y es la causante de que aún se sigan persiguiendo mujeres en pleno siglo XXI.

Fuente BBC Mundo

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