El romanticismo fue un movimiento artístico y literario que ocurrió entrando al siglo XIX. Expresó importantes temas para la sociedad de la época como la subjetividad, la pasión, la espiritualidad, la trascendencia sublime, la revolución, la libertad e incluso el nacionalismo.
La poesía es una de las maneras más directas y profundas de expresar a través de la palabra los aspectos más importantes de nuestro ser y de nuestra forma de sentir. Entre tantos otros movimientos, la poesía del romanticismo se focaliza en expresar la emoción y mostrar una percepción subjetiva que está por encima de la razón. Por ello, la poesía romántica trasciende más allá de las convenciones o normas literarias.
En este movimiento literario surgieron grandes autores, entre ellos: Larra, Rosalía de Castro, Lord Byron, Espronceda, Bécquer, Edgar Allan Poe o Keats, quienes dieron su vida a la creación de poesía de culto que permanecen vigentes hasta nuestros días.
Poemas del romanticismo
Compartimos una selección de los poemas más destacados pertenecientes a este maravilloso movimiento literario que nos permiten reconocer algunas de sus características más destacadas.
Además, reconocerás la diversidad expresada por sus autores y temas comunes como el amor, la belleza, la melancolía, los sueños, la libertad o el tiempo.
El consenso público
Autor: Friedrich Hölderlin
¿No es más bella la vida de mi corazón
desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más
cuando yo era más arrogante y arisco,
más locuaz y más vacío?¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza,
las almas serviles sólo respetan lo violento.
Únicamente creen en lo divino
aquellos que también lo son.
La despedida
Autor: Johann Wolfgang Von Goethe
¡Deja que adiós te diga con los ojos, ya que a decirlo niéganse mis labios! ¡La despedida es una cosa seria aun para un hombre, como yo, templado! Triste en el trance se nos hace, incluso del amor la más dulce y tierna prueba; frío se me antoja el beso de tu boca, floja tu mano, que la mía estrecha.
¡La caricia más leve, en otro tiempo furtiva y volandera, me encantaba! Era algo así cual la precoz violeta, que en marzo en los jardines arrancaba. Ya no más cortaré fragantes rosas para con ellas coronar tu frente. Frances, es primavera, pero otoño para mí, por desgracia, será siempre
Filosofía del amor
Autor: Percy Bysshe Shelley
Las fuentes se mezclan con el río, y los ríos con el océano; los vientos del cielo se mezclan para siempre, con una dulce emoción; Nada en el mundo es único, todas las cosas por ley divina se completan unas a otras: ¿Por qué no debería hacerlo contigo?
Mira, las montañas besan el alto cielo, y las olas se acarician en la costa; Ninguna flor sería hermosa si desdeña a sus hermanos: y la luz del sol ama la tierra, y los reflejos de la luna besan los mares: ¿De qué vale todo este amor, si tú no me besas?
A la estrella nocturna
Autor: William Blake
¡Tú, ángel rubio de la noche, ahora, mientras el sol descansa en las montañas, enciende tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona y sonríe a nuestro lecho nocturno!
Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos y lava el polvo con plata.
Presto, prestísimo, te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva. La lana de nuestras majadas se cubre con tu sacro rocío; protégelas con tu favor
Cuando cifras y figuras…
Autor: Georg Philipp Friedrich von Hardenberg
Cuando cifras y figuras dejen de ser las claves de toda criatura, cuando aquellos que al cantar o besarse sepan más que los sabios más profundos, cuando vuelva al mundo la libertad de nuevo, vuelva el mundo a ser mundo otra vez, cuando al fin las luces y las sombras se fundan y juntas se conviertan en claridad perfecta, cuando en versos y en cuentos estén los verdaderos relatos del mundo, entonces una sola palabra secreta desterrará las discordancias de la Tierra entera
Canto del reír
Autor: William Blake
Cuando los verdes bosques ríen con la voz del júbilo,
y el arroyo encrespado se desplaza riendo;
cuando ríe el aire con nuestras divertidas ocurrencias,
y la verde colina ríe del estrépito que hacemos;
cuando los prados ríen con vívidos verdes,
y ríe la langosta ante la escena gozosa;
cuando Mary y Susan y Emily
cantan «¡ja, ja, ji!» con sus dulces bocas redondas.
Cuando los pájaros pintados ríen en la sombra
donde nuestra mesa desborda de cerezas y nueces,
acercaos y alegraos, y uníos a mí,
para cantar en dulce coro el «¡ja, ja, ji!»
Tus ojos
Autor: Jorge Isaacs
Son mi ley vuestros antojos e Infierno vuestros rigores, ojos negros soñadores más queridos que mis ojos. Ojos que me prometéis, cuando me miráis vencido, lo que jamás es cumplido, ¿perder mi amor no teméis? Soñé que os encontraría y os hallé para perderos, ojos que negáis severos lo que implora el alma mía.
Bajo sus luengas pestañas vuestra luz sorprendí en vano, ¡Bellas noches de verano de mis nativas montañas! Ojos que me prometéis, cuando me miráis vencido, lo que jamás es cumplido, ¿Perder mi amor no teméis?
Cólmame, Juana, el cincelado vaso
Autor: José Zorrilla
Cólmame, Juana, el cincelado vaso
Hasta que por los bordes se derrame,
Y un vaso inmenso y corpulento dame
Que el supremo licor no encierre escaso.Deja que afuera, por siniestro caso,
En son medroso la tormenta brame,
el peregrino a nuestra puerta llame,
Treguas cediendo al fatigado paso.Deja que espere, o desespere, o pase;
Deja que el recio vendaval, sin tino,
Con rauda inundación tale o arrase;Que si viaja con agua el peregrino,
A mí, con tu perdón, cambiando frase,
No me acomoda caminar sin vino.
Acuérdate de mí
Autor: Lord Byron
Llora en silencio mi alma solitaria, excepto cuando esté mi corazón unido al tuyo en celestial alianza de mutuo suspirar y mutuo amor. Es la llama de mi alma cual aurora, brillando en el recinto sepulcral: casi extinta, invisible, pero eterna… ni la muerte la puede mancillar.
¡Acuérdate de mí!… Cerca de mi tumba no pases, no, sin regalarme tu plegaria; para mi alma no habrá mayor tortura que el saber que has olvidado mi dolor. Oye mi última voz. No es un delito rogar por los que fueron. Yo jamás te pedí nada: al expirar te exijo que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.
Sueño
Autor: Antonio Ros de Olano
EL POETA
No vuelvas a la líquida morada,
virgen del lago que a los aires subes…
Sigue sobre la niebla reclinada;
nunca te arropen las flotantes nubes…LA VISIÓN
Mi viaje es a la nada.
EL POETA
Como el halcón tras de la garza huida,
por los espacios seguiré tu vuelo;
alas de amor impulsan mi subida;
si al cielo vas, te prenderé en el cielo…LA VISIÓN
Es la mayor caída.
EL POETA
Sepa quién eres, virgen de halagüeños
ojos, que antes me veló el rocío;
leve cendal revela tus pequeños
redondos pechos, al intento mío…LA VISIÓN
El hada de los sueños.
EL POETA
¡Ah! Yo te miro en la extensión lejana,
muy más hermosa cuanto más desnuda…
¿Huyendo vas la sensación humana?
¿Teme tal vez tu corazón la duda?…LA VISIÓN
El tedio de mañana.
Yo soy la garza que el halcón sujeta,
viendo los horizontes más lejanos;
cuando me alcance tu ambición inquieta,
¡acuérdate!, se quebrará en tus manos
la lira del poeta.
La mariposa
Autor: Alphonse de Lamartine
Nacer en primavera
Y efímera morir como la rosa;
Cual céfiro ligera
Empaparse en esencia deliciosa
Y en el diáfano azul que la embriaga
Nadar tímida y vaga;
Mecerse en una flor abierta apenas,
Del ala sacudir el oro fino,
Y luego alzando el vuelo
Perderse en las serenas
Regiones de la luz; tal tu destino,
¡Oh alada mariposa!
Tal de los hombres el inquieto anhelo;
Volando acá y allá, nunca reposa,
Y remóntase al cielo.
La juventud
Autor: José Mármol
No miráis,? no miráis? se semeja
A la faja de chispas luciente
Que en la linfa de un rio refleja
Cuando asoma la luna en oriente.Y que a par de la luna en la Esfera
Todas van tremulantes y bellas
Sin temor ni recuerdo siquiera
De la sombra que viene tras ellas.No miráis? Es el hombre que tiene
En el pecho la vida encerrada,
Y la tierra sagaz lo entretiene
Con su bella corteza dorada.Ah, sí, sí, juventud, que cautiven
Vuestro pecho los goces del mundo:
Vuestros labios a tragos que liben
Dela vida el deleite fecundo.Y que riendo, y cantando, y bebiendo,
Y de lujo y placeres hastiada:
Con deleites soñando y viviendo
Os paséis á otra edad embriagada.Mas las rápidas alas que agitas
No suspendas, por Dios, un instante
Empujad cuanto esté por delante
Dela senda de flores que habitas.Carcajadas, y burlas resuenen
Si un mendigo su pan os pidiere:
Carcajadas y burlas retruenen
Por la estancia del hombre que muere.No por Dios meditéis un momento
Si la tierra, la vida y lo ideal
No queréis que se os cambie violento
En sarcasmo irrisorio del mal.
Cuando nosotros nos separamos
Autor: Lord Byron
Cuando nosotros nos separamos
con silencio y lágrimas,
con el corazón medio roto
para desunirnos por años,
pálidas se volvieron tus mejillas y frías,
y aún más frío tu beso;
en verdad esa hora predijo
aflicción a ésta.
El rocío de la mañana
se hundió frío en mi frente:
lo sentía como el aviso
de lo que ahora siento.Todas las promesas están rotas
e inconstante es tu reputación:
oigo pronunciar tu nombre
y comparto su vergüenza.
Ante mí te nombran,
tañido de muerte que escucho;
un temblor me recorre:
¿por qué te quise tanto?
No saben que te conocía,
que te conocía muy bien:
mucho, mucho tiempo te lamentaré,
muy hondamente para expresarlo.En secreto nos encontramos.
En silencio me duelo,
que tu corazón pueda olvidar,
y engañar tu espíritu.
Si te volviese a encontrar,
después de muchos años,
¿cómo debería acogerte?
Con silencio y lágrimas.
El recuerdo inoportuno
Autora: Gertrudis Gómez de Avellaneda
¿Serás del alma eterna compañera,
tenaz memoria de veloz ventura?…
¿Por qué el recuerdo interminable dura,
si el bien pasó cual ráfaga ligera?¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera
abres, ay, sin cesar tu boca oscura,
de glorias mil inmensa sepultura
y del dolor consolación postrera!Si a tu vasto poder ninguno asombra,
y al orbe riges con tu cetro frío,
¡ven!, que su dios mi corazón te nombra.¡Ven y devora este fantasma impío,
de pasado placer pálida sombra,
de placer por venir nublo sombrío!
A sí mismo
Autor: Giacomo Leopardi
Reposarás por siempre,
cansado corazón! Murió el engaño
que eterno imaginé. Murió. Y advierto
que en mí, de lisonjeras ilusiones
con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.
Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.
Cálmate, y desespera
la última vez: a nuestra raza el Hado
sólo otorgó el morir. Por tanto, altivo,
desdeña tu existencia y la Natura
y la potencia dura
que con oculto modo
sobre la ruina universal impera,
y la infinita vanidad del todo.
A España artística
Autor: José Zorrilla
¡Torpe, mezquina y miserable España,
cuyo suelo, alfombrado de memorias,
se va sorbiendo de sus propias glorias
lo poco que ha de cada ilustre hazaña:Traidor y amigo sin pudor te engaña,
se compran tus tesoros con escorias,
Tts monumentos ¡ay! y tus historias,
vendidos llevan a la tierra extraña.¡Maldita seas, patria de valientes,
que por premio te das a quien más pueda
por no mover los brazos indolentes!¡Sí, venid ¡voto a Dios! por lo que queda,
extranjeros rapaces, que insolentes
habéis hecho de España una almoneda!
Cuando cifras y figuras
Autor: Novalis (Georg Philipp Friedrich von Hardenberg)
Cuando cifras y figuras dejen de ser
las claves de toda criatura,
cuando aquellos que al cantar o besarse
sepan más que los sabios más profundos,
cuando vuelva al mundo la libertad de nuevo,
vuelva el mundo a ser mundo otra vez,
cuando al fin las luces y las sombras se fundan
y juntas se conviertan en claridad perfecta,
cuando en versos y en cuentos
estén los verdaderos relatos del mundo,
entonces una sola palabra secreta
desterrará las discordancias de la tierra entera.
¡La encontré!
Autor: Johann Wolfgang Von Goethe
Era en un bosque: absorto pensaba andaba sin saber ni qué cosa por él buscaba. Vi una flor a la sombra. luciente y bella, cual dos ojos azules, cual blanca estrella.
Voy a arrancarla, y dulce diciendo la hallo: «¿Para verme marchita rompes mi tallo?» Cavé en torno y tómela con cepa y todo, y en mi casa la puse del mismo modo.Allí volví a plantarla quieta y solita, y florece y no teme, verse marchita
Amar en soledad y misterio
Autora: Mary Wollstonecraft Shelley
Amar en Soledad y Misterio;
Idolatrar a quien nunca querrá mi amor;
Entre mí misma y mi elegido santuario
Un oscuro abismo bosteza con temor,
Y pródigo para uno, yo misma una esclava,
¿Qué cosecharé de la semilla que cultivaba?El amor responde con una preciada y sutil mentira;
Porque él encarna tan dulce aspecto,
Que, usando solo el arma de su sonrisa,
Y contemplándome con ojos que encienden afecto,
Ya no puedo resistir más el intenso poder,
De venerarlo con todo mi ser.
Santa Naturaleza
Autor: Antonio Ros de Olano
¡Santa Naturaleza!… yo que un día,
prefiriendo mi daño a mi ventura,
dejé estos campos de feraz verdura
por la ciudad donde el placer hastía.Vuelvo a ti arrepentido, amada mía,
como quien de los brazos de la impura
vil publicana se desprende y jura
seguir el bien por la desierta vía.¿Qué vale cuanto adorna y finge el arte,
si árboles, flores, pájaros y fuentes
en ti la eterna juventud reparte,Y son tus pechos los alzados montes,
tu perfumado aliento los ambientes,
y tus ojos los anchos horizontes?
Rimas, XI
Autor: Gustavo Adolfo Bécquer
—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte.
—¡Oh ven; ven tú!
La tumba del soldado
Autor: Jorge Isaacs
El vencedor ejército la cumbre
salvó de la montaña,
y en el ya solitario campamento
que de lívida luz la tarde baña,
del negro terranova,
compañero jovial del regimiento,
resuenan los aullidos
por los ecos del valle repetidos.
Llora sobre la tumba del soldado,
y bajo aquella cruz de tosco leño
lame el césped aún ensangrentado
y aguarda el fin de tan profundo sueño.
Meses después, los buitres de la sierra
rondaban todavía
el valle, campo de batalla un día;
las cruces de las tumbas ya por tierra…
Ni un recuerdo, ni un nombre…
¡Oh!, no: sobre la tumba del soldado,
del negro terranova
cesaron los aullidos,
mas del noble animal allí han quedado
los huesos sobre el césped esparcidos.
Pobre flor
Autor: Manuel Acuña
—«¿Por qué te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En dónde están las galas de tu vida
y el color?»Dime, ¿por qué tan triste te consumes,
dulce bien?»
—«¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco
de un amor,
que me fue consumiendo poco a poco
de dolor!
Porque amando con toda la ternura
de la fe,
a mí no quiso amarme la criatura
que yo amé.»Y por eso sin galas me marchito
triste aquí,
siempre llorando en mi dolor maldito,
¡Siempre así!»—
¡Habló la flor!…
Yo gemí… era igual a la memoria
de mi amor.
A ***, dedicándoles estas poesías
Autor: José de Espronceda
Marchitas ya las juveniles flores,
nublado el sol de la esperanza mía,
hora tras hora cuento, y mi agonía
crecen y mi ansiedad y mis dolores.Sobre terso cristal ricos colores
pinta alegre tal vez mi fantasía,
cuando la triste realidad sombría
mancha el cristal y empaña sus fulgores.Los ojos vuelvo en incesante anhelo,
y gira en torno indiferente el mundo,
y en torno gira indiferente el cielo.A ti las quejas de mi mal profundo,
hermosa sin ventura, yo te envío:
mis versos son tu corazón y el mío.
Annabelle Lee
Autor: Edgar Allan Poe
Fue hace ya muchos, muchos años, en un reino junto al mar, habitaba una doncella a quien tal vez conozcan por el nombre de Annabel Lee; y esta dama vivía sin otro deseo que el de amarme, y de ser amada por mí.
Yo era un niño, y ella una niña en aquel reino junto al mar; Nos amamos con una pasión más grande que el amor, Yo y mi Annabel Lee; con tal ternura, que los alados serafines lloraban rencor desde las alturas.
Y por esta razón, hace mucho, mucho tiempo, en aquel reino junto al mar, un viento sopló de una nube, helando a mi hermosa Annabel Lee; sombríos ancestros llegaron de pronto, y la arrastraron muy lejos de mi, hasta encerrarla en un oscuro sepulcro, en aquel reino junto al mar.
Los ángeles, a medias felices en el Cielo, nos envidiaron, a Ella a mí. Sí, esa fue la razón (como los hombres saben, en aquel reino junto al mar), de que el viento soplase desde las nocturnas nubes, helando y matando a mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte, más intenso que el de todos nuestros ancestros, más grande que el de todos los sabios. Y ningún ángel en su bóveda celeste, ningún demonio debajo del océano, podrá jamás separar mi alma de mi hermosa Annabel Lee. Pues la luna nunca brilla sin traerme el sueño de mi bella compañera. Y las estrellas nunca se elevan sin evocar sus radiantes ojos. Aún hoy, cuando en la noche danza la marea, me acuesto junto a mi querida, a mi amada; a mi vida y mi adorada, en su sepulcro junto a las olas, en su tumba junto al rugiente mar.
Tres palabras de fortaleza
Autor: Friedrich Schiller
Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.Ten Esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.¡Crece, ama, espera! Graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.
A la ciencia
Autor: Edgar Allan Poe
¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?
Eternidad
Autor: William Blake
Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada.
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad.
El viejo estoico
Autora: Emily Brontë
Las riquezas tengo en poca estima;
y del amor me río con desprecio;
y el deseo de la fama no fue más que un sueño
que desapareció con la mañana.Y si rezo, la única oración
que mueve mis labios es:
“¡Deja que se vaya el corazón que ahora soporto
y dame libertad!”.Sí, cuando mis días veloces se acercan a su meta,
eso es todo lo que imploro:
en la vida y en la muerte¡, un alma sin cadenas,
con valor para resistir.
Rima LIII
Autor: Gustavo Adolfo Bécquer
Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres…¡esas… no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas… no volverán!
Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido…; desengáñate, ¡así… no te querrán!
Rima XIII
Autor: Gustavo Adolfo Bécquer
Tu pupila es azul y cuando ríes su claridad suave me recuerda el trémulo fulgor de la mañana que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul y cuando lloras las trasparentes lágrimas en ella se me figuran gotas de rocío sobre una violeta.
Tu pupila es azul y si en su fondo como un punto de luz radia una idea me parece en el cielo de la tarde una perdida estrella.
Rima IV
Autor: Gustavo Adolfo Bécquer
No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía. Mientras las ondas de la luz al beso palpiten encendidas, mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista, mientras el aire en su regazo lleve perfumes y armonías,mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance las fuentes de la vida, y en el mar o en el cielo haya un abismo que al cálculo resista, mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dó camina, mientras haya un misterio para el hombre, ¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma, sin que los labios rían; mientras se llore, sin que el llanto acuda a nublar la pupila; mientras el corazón y la cabeza batallando prosigan, mientras haya esperanzas y recuerdos, ¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran, mientras responda el labio suspirando al labio que suspira, mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas,mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía!
A un tirano
Autor: Juan Antonio Pérez Bonalde
Tienen razón! Se equivocó mi mano
cuando guiada por noble patriotismo,
tu infamia tituló de despotismo,
verdugo del honor venezolano!Tienen razón! Tú no eres Diocleciano,
ni Sila, ni Nerón, ni Rosas mismo!
Tú llevas la vileza al fanatismo…
Tú eres muy bajo para ser tirano!“Oprimir a mi patria”: esa es tu gloria,
“Egoísmo y codicia”: ese es tu lema
“Vergüenza y deshonor”: esa es tu historia;Por eso, aún en su infortunio recio,
ya el pueblo no te lanza su anatema…
Él te escupe a la cara su desprecio!
Ozymandias
Autor: Percy Bysshe Shelley
A un viajero vi, de tierras remotas.
Me dijo: hay dos piernas en el desierto,
De piedra y sin tronco. A su lado cierto
Rostro en la arena yace: la faz rota,Sus labios, su frío gesto tirano,
Nos dicen que el escultor ha podido
Salvar la pasión, que ha sobrevivido
Al que pudo tallarlo con su mano.Algo ha sido escrito en el pedestal:
«Soy Ozymandias, el gran rey. ¡Mirad
Mi obra, poderosos! ¡Desesperad!:La ruina es de un naufragio colosal.
A su lado, infinita y legendaria
Sólo queda la arena solitaria».
El cantor
Autor: Aleksandr Pushkin
¿Echasteis la voz nocturna junto al soto
del cantor del amor, del cantor de su pena?
En la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena,
¿no la habéis escuchado?¿Hallasteis en la yerma oscuridad boscosa
al cantor del amor, al cantor de su pena?
¿Notasteis su sonrisa, la huella de su llanto,
su apacible mirada, de melancolía llena?
¿No lo habéis encontrado?¿Suspirasteis atentos a la voz apacible
del cantor del amor, del cantor de su pena?
Cuando visteis al joven en medio de los bosques,
al cruzar su mirada sin brillo con la vuestra,
¿no habéis suspirado?
Necedad de la guerra
Autor: Víctor Hugo
Estúpida Penélope, de sangre bebedora,
que arrastras á los hombres con rabia embriagadora
a la matanza loca, terrífica, fatal,
¿de qué sirves? ¡oh guerra! si tras desdicha tanta
destruyes un tirano y un nuevo se levanta,
y a lo bestial, por siempre, reemplaza lo bestial?
Oda a la alegría
Autor: Friedrich Schiller
¡Alegría, hermoso destello de los dioses,
hija del Elíseo!
Ebrios de entusiasmo entramos,
diosa celestial, en tu santuario.
Tu hechizo une de nuevo
lo que la acerba costumbre había separado;
todos los hombres vuelven a ser hermanos
allí donde tu suave ala se posa.Aquel a que la suerte ha concedido
una amistad verdadera,
quien haya conquistado a una hermosa mujer,
¡una su júbilo al nuestro!
Aun aquel que pueda llamar suya
siquiera a un alma sobre la tierra.
Mas quien ni siquiera esto haya logrado,
¡que se aleje llorando de esta hermandad!Todos beben de alegría
en el seno de la Naturaleza.
Los buenos, los malos,
siguen su camino de rosas.
Nos dio besos y vino,
y un amigo fiel hasta la muerte;
lujuria por la vida le fue concedida al gusano
y al querubín la contemplación de Dios.
¡Ante Dios!Gozosos como vuelan sus soles
a través del formidable espacio celeste,
corred así, hermanos, por vuestro camino alegres
como el héroe hacia la victoria.¡Abrazaos millones de criaturas!
¡Que un beso una al mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
debe habitar un Padre amoroso.
¿Os postráis, millones de criaturas?
¿No presientes, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo más arriba de la bóveda celeste
¡Sobre las estrellas ha de habitar!
Oda a la inmortalidad
Autor: William Wordsworth
Aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante hoy esté por siempre oculto a mis miradas. Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba. Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la yerba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo… En aquella primera simpatía que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre en los consoladores pensamientos que brotaron del humano sufrimiento, y en la fe que mira a través de la muerte.
Gracias al corazón humano, por el cual vivimos, gracias a sus ternuras, a sus alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer, puede inspirarme ideas que, a menudo se muestran demasiado profundas para las lágrimas.
Sintiéndose acabar con el estío
Autor: Rosalía de Castro
Sintiéndose acabar con el estío
la desahuciada enferma,
«¡Moriré en el otoño!
—pensó entre melancólica y contenta—,
y sentiré rodar sobre mi tumba
las hojas también muertas».
Mas… ni aun la muerte complacerla quiso,
cruel también con ella;
perdonóle la vida en el invierno
y, cuando todo renacía en la tierra,
la mató lentamente, entre los himnos
alegres de la hermosa primavera.
Negra sombra
Autor: Rosalía de Castro
Cuando pienso que te huyes, negra sombra que me asombras, al pie de mis cabezales, tornas haciéndome mofa. Si imagino que te has ido, en el mismo sol te asomas, y eres la estrella que brilla, y eres el viento que sopla.
Si cantan, tú eres quien cantas, si lloran, tú eres quien llora, y eres murmullo del río y eres la noche y la aurora. En todo estás y eres todo, para mí en mí misma moras, nunca me abandonarás, sombra que siempre me asombras.
Quien no ama no vive
Autor: Víctor Hugo
Quienquiera que fueres, óyeme: si con ávidas miradas nunca tú a la luz del véspero has seguido las pisadas, el andar suave y rítmico de una celeste visión; O tal vez un velo cándido, cual meteoro esplendente, que pasa, y en sombras fúnebres ocúltase de repente, dejando de luz purísima un rastro en el corazón;
Si sólo porque en imágenes te la reveló el poeta, la dicha conoces íntima, la felicidad secreta, del que árbitro se alza único de otro enamorado ser; Del que más nocturnas lámparas no ve, ni otros soles claros, ni lleva en revuelto piélago más luz de estrellas ni faros que aquella que vierten mágica los ojos de una mujer;
Si el fin de sarao espléndido nunca tú aguardaste afuera, embozado, mudo, tétrico mientras en la alta vidriera reflejos se cruzan pálidos del voluptuoso vaivén), Para ver si como ráfaga luminosa a la salida, con un sonreír benévolo te vuelve esperanza y vida joven beldad de ojos lánguidos, orlada en flores la sien. Si celoso tú y colérico no has visto una blanca mano usurpada, en fiesta pública, por la de galán profano, y el seno que adoras, próximo a otro pecho, palpitar; Ni has devorado los ímpetus de reconcentrada ira, rodar viendo el valse impúdico que deshoja, mientras gira en vertiginoso círculo, flores y niñas al par;
Si con la luz del crepúsculo no has bajado las colinas, henchida sintiendo el ánima de emociones mil divinas, ni a lo largo de los álamos grato el pasear te fue; Si en tanto que en la alta bóveda un astro y otro relumbra, dos corazones simpáticos no gozasteis la penumbra, hablando palabras místicas, baja la voz, tardo el pie; Si nunca al roce magnético temblaste de ángel soñado; si nunca un Te amo dulcísimo, tímidamente exhalado, quedó sonando en tu espíritu cual perenne vibración; Si no has mirado con lástima al hombre sediento de oro, para el que en vano munífico brinda el amor su tesoro, y de regio cetro y púrpura no tuviste compasión;
Si en medio de noche lóbrega cuando todo duerme y calla, y ella goza sueño plácido, contigo mismo en batalla no te desataste en lágrimas con un despecho infantil; Si enloquecido o sonámbulo no la has llamado mil veces, quizá mezclando frenético las blasfemias a las preces, también a la muerte, mísero, invocando veces mil; Si una mirada benéfica no has sentido que desciende a tu seno, como súbito lampo que las sombras hiende y ver nos hace beatífica región de serena luz; O tal vez el ceño gélido sufriendo de la que adoras, no desfalleciste exánime, misterios de amor ignoras; ni tú has probado sus éxtasis, ni tú has llevado su cruz.
¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!
Autor: John Keats
¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!
Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,
amor de un solo pensamiento, que no divagas,
que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.
Permíteme tenerte entero… ¡Sé todo, todo mío!
Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer
del amor que es tu beso… esas manos, esos ojos divinos
ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,
incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,
no retengas un átomo de un átomo o me muero,
o si sigo viviendo, sólo tu esclavo despreciable,
¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,
los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!
La democracia
Autor: Ricardo Palma
EL JOVEN
¡Padre! Me espera el combate
mi potro la sangre husmea
y volará a la pelea
sin sentir el acicate.
Mas dudo de la victoria
que es muy fuerte el enemigoEL ANCIANO
Mi bendición va contigo.
y vivirás en la historia.EL JOVEN
¡Padre! Al bote de mi lanza
muchos el polvo mordieron
y al cabo todos huyeron…
¡Terrible fue la matanza!
Hemos vuelto a la ciudad
y estamos de heridas llenos.EL ANCIANO
Con la sangre de los buenos
se riega la libertad.EL JOVEN
¡Padre! Me siento morir.
¡Destino ingrato y cruel!
¡que a la sombra del laurel
mi fosa se haya de abrir!
¡Señor! Que tu eternidad
venturosa a mi alma sea.EL ANCIANO
¡Mártires hace la idea
que salva a la Humanidad!
Elegías, nº 8
Autor: Johann Wolfgang von Goethe
Cuando dícesme, amada, que nunca te miraron
con grado los hombres, ni hizo caso la madre
de ti, hasta que en silencio una mujer te hiciste,
lo dudo y me complace imaginarte rara,
que asimismo a la vid faltan color y forma,
cuando ya la frambuesa a dioses y hombres seduce.
Estrella brillante
Autor: John Keats
Estrella brillante, si fuera constante como tú, no en solitario esplendor colgada de lo alto de la noche y mirando, con eternos párpados abiertos, como de naturaleza paciente, un insomne eremita, las móviles aguas en su religiosa tarea, de pura ablución alrededor de tierra de humanas riberas, o de contemplación de las montañas y páramos.
No, aún todavía constante, todavía inamovible, recostado sobre el maduro corazón de mi bello amor, para sentir para siempre su suave henchirse y caer, despierto por siempre en una dulce inquietud. Silencioso, silencioso para escuchar su tierno respirar, y así vivir por siempre o sino, desvanecerme en la muerte.
Oda al ruiseñor
Autor: John Keats
Me duele el corazón y aqueja un soñoliento torpor a mis sentidos, cual si hubiera bebido cicuta o apurado algún fuerte narcótico ahora mismo, y me hundiese en el Leteo: no porque sienta envidia de tu sino feliz, sino por excesiva ventura en tu ventura, tú que, Dríada alada de los árboles, en alguna maraña melodiosa de los verdes hayales y las sombras sin cuento,a plena voz le cantas al estío.
¡Oh! ¡Quién me diera un sorbo de vino, largo tiempo refrescado en la tierra profunda, sabiendo a Flora y a los campos verdes, a danza y canción provenzal y a soleada alegría! ¡Quién un vaso me diera del Sur cálido, colmado de hipocrás rosado y verdadero, con bullir en su borde de enlazadas burbujas y mi boca de púrpura teñida; beber y, sin ser visto, abandonar el mundo y perderme contigo en las sombras del bosque!
A lo lejos perderme, disiparme, olvidar lo que entre ramas no supiste nunca:
la fatiga, la fiebre y el enojo de donde, uno a otro, los hombres, en su gemir, se escuchan, y sacude el temblor postreras canas tristes; donde la juventud, flaca y pálida, muere; donde, sólo al pensar, nos llenan la tristeza y esas desesperanzas con párpados de plomo; donde sus ojos claros no guarda la hermosura sin que, ya al otro día, los nuble un amor nuevo.
¡Perderme lejos, lejos! Pues volaré contigo, no en el carro de Baco y con sus leopardos,
sino en las invisibles alas de la Poesía, aunque la mente obtusa vacile y se detenga. ¡Contigo ya! Tierna es la noche y tal vez en su trono esté la Luna Reina y, en torno, aquel enjambre de estrellas, de sus Hadas; pero aquí no hay más luces que las que exhala el cielo con sus brisas, por ramas sombrías y senderos serpenteantes, musgosos.
Entre sombras escucho; y si yo tantas veces casi me enamoré de la apacible Muerte y le di dulces nombres en versos pensativos, para que se llevara por los aires mi aliento tranquilo; más que nunca morir parece amable, extinguirse sin pena, a medianoche, en tanto tú derramas toda el alma en ese arrobamiento.
Cantarías aún, mas ya no te oiría: para tu canto fúnebre sería tierra y hierba. Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal! No habrá gentes hambrientas que te humillen; la voz que oigo esta noche pasajera, fue oída por el emperador, antaño, y por el rústico; tal vez el mismo canto llegó al corazón triste de Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra, por las extrañas mieses se detuvo, llorando; el mismo que hechizara a menudo los mágicos ventanales, abiertos sobre espumas de mares azarosos, en tierras de hadas y de olvido. ¡De olvido! Esa palabra, como campana, dobla y me aleja de ti, hacia mis soledades.
¡Adiós! La fantasía no alucina tan bien como la fama reza, elfo de engaño.¡Adiós, adiós! Doliente, ya tu himno se apaga más allá de esos prados, sobre el callado arroyo, por encima del monte, y luego se sepulta entre avenidas del vecino valle. ¿Era visión o sueño? Se fue ya aquella música. ¿Estoy despierto? ¿Estoy dormido?
Tristeza
Autor: Alfred de Musset
He perdido mi fuerza y mi vida,
Y mis amigos y mi alegría;
He perdido hasta el orgullo
Que hacía creer en mi genio.
Cuando conocí la Verdad,
Creí que era una amiga;
Cuando la he comprendido y sentido,
Ya estaba asqueado de ella.
Y sin embargo ella es eterna,
Y aquellos que se han despreocupado de ella
En este bajo mundo lo han ignorado todo.
Dios habla, es necesario que se le responda.
El único bien que me queda en el mundo
Es haber llorado algunas veces.
Una vez tuve un clavo
Autor: Rosalía de Castro
Una vez tuve un clavo clavado en el corazón, y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo de oro, de hierro o de amor.
Sólo sé que me hizo un mal tan hondo, que tanto me atormentó, que yo día y noche sin cesar lloraba cual lloró Magdalena en la Pasión. “Señor, que todo lo puedes —pedile una vez a Dios—, dame valor para arrancar de un golpe clavo de tal condición.” Y diómelo Dios, arranquelo.
Pero… ¿quién pensara?… Después ya no sentí más tormentos ni supe qué era dolor; supe sólo que no sé qué me faltaba en donde el clavo faltó, y tal vez… tal vez tuve soledades de aquella pena… ¡Buen Dios! Este barro mortal que envuelve el espíritu, ¡quién lo entenderá, Señor!…
Canción del pirata
Autor: José de Espronceda
Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín; bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul; “Navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío,ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.
Veinte presas hemos hecho a despecho, del inglés, y han rendido sus pendones, cien naciones a mis pies. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.
Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra, que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes. Y no hay playa sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pecho a mi valor. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.
A la voz de ¡barco viene! es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar: que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer. En las presas yo divido lo cogido por igual: sólo quiero por riqueza la belleza sin rival. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!;yo me río; no me abandone la suerte, y al mismo que me condena, colgaré de alguna entena quizá en su propio navío. Y si caigo ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo de un esclavo como un bravo sacudí. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.
Son mi música mejor aquilones, el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones. Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, yo me duermo sosegado arrullado por el mar. Que es mi barco mi tesoro,que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar.
Nada resta de ti
Autora: Carolina Coronado
Nada resta de ti… Te hundió el abismo…
Te tragaron los monstruos de los mares.
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida;
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.Darnos la vida a mí y a ti la muerte,
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra…
¡es la maldad más grande de la suerte!
Fresca, lozana, pura y olorosa
Autor: José de Espronceda
Fresca, lozana, pura y olorosa, gala y adorno del pensil florido, gallarda puesta sobre el ramo erguido, fragancia esparce la naciente rosa. Mas si el ardiente sol lumbre enojosa vibra del can en llamas encendido, el dulce aroma y el color perdido, sus hojas lleva el aura presurosa.
Así brilló un momento mi vena en alas del amor, y hermosa nube fingí tal vez de gloria y de alegría. Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura, y deshojada por los aires sube la dulce flor de la esperanza mía.
Caed, hojas, caed
Autora: Emily Brontë
Caed, hojas, caed; morid, flores, marchaos;
que se alargue la noche y se acorte el día;
cada hoja es felicidad para mí
mientras se agita en su árbol otoñal.Sonreiré cuando estemos rodeados de nieve;
floreceré donde las rosas deberían crecer;
cantará cuando la putrefacción de la noche
se acomode en un día sombrío.
El prisionero
Autor: Aleksandr Pushkin
Estoy entre rejas en húmeda celda. Criada en cautiverio, un águila joven, mi triste compaña, batiendo sus alas, junto a la ventana su pitanza pica. La pica, la arroja, mira la ventana, como si pensara lo mismo que yo.
Sus ojos me llaman y su griterío, y proferir quiere: ¡Alcemos el vuelo! ¡Tú y yo somos libres como el viento, hermana! Huyamos, es hora, do blanquea entre nubes la montaña y brilla de azul la marina, donde paseemos sólo el viento. ..¡y yo!
¿Por qué estás silenciosa?
Autor: William Wordsworth
¿Por qué estás silenciosa? ¿Es una planta
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:Yo te he servido como a regia Infanta.
Mendigo soy que amores solicita…
¡Oh limosna de amor! Piensa y medita
que sin tu amor mi vida se quebranta.¡Háblame! no hay tormento cual la duda:
Si mi amoroso pecho te ha perdido
¿su desolada imagen no te mueve?¡No permanezcas a mis ruegos muda!
que estoy más desolado que, en su nido,
el ave a la que cubre blanca nieve.
Desesperación
Autor: Samuel Taylor Coleridge
He experimentado lo peor,
Lo peor que el mundo puede forjar,
Aquello que urde la vida indiferente,
Perturbando en un susurro
La oración de los moribundos.
He contemplado la totalidad, desgarrando
En mi corazón el interés por la vida,
Para ser disuelto y alejado de mis esperanzas,
Nada resta ahora. ¿Por qué vivir entonces?
Aquel rehén, que el mundo mantiene cautivo
Otorgando la promesa de que aún vivo,
Aquella esperanza de mujer, la pura fe
En su amor inmóvil, que celebró en mi su tregua
Con la tiranía del amor, se han ido.
¿Hacia dónde?
¿Qué puedo responder?
¡Se han ido! ¡Debería romper el infame pacto,
Este vínculo de sangre que me ata a mí mismo!
En silencio lo he de hacer.
Impromptu. En respuesta a la pregunta: ¿Qué es la poesía?
Autor: Alfred de Musset
Ahuyentar los recuerdos, fijar el pensamiento,
sobre un bello eje de oro mantenerlo oscilante,
inquieto e inseguro, mas sin embargo quedo,
acaso eternizar el sueño de un instante.
Amar lo puro y lo bello y buscar su armonía;
escuchar en el alma el eco del talento;
cantar, reír, llorar, solo, al azar, sin guía;
de un suspiro o una sonrisa, de una voz o mirada,
hacer obra exquisita, pletórica de gracia,
de una lágrima perla: esa es la pasión
del poeta en la tierra, su vida y su ambición.
Mi mal
Autora: Gertrudis Gómez de Avellaneda
En vano ansiosa tu amistad procura
adivinar el mal que me atormenta;
en vano, amigo, conmovida intenta
revelarlo mi voz a tu ternura.Puede explicarse el ansia, la locura
con que el amor sus fuegos alimenta…
Puede el dolor, la saña más violenta,
exhalar por el labio su amargura…Mas de decir mi malestar profundo
no halla mi voz, mi pensamiento medio,
y al indagar su origen me confundo:pero es un mal terrible, sin remedio,
que hace odiosa la vida, odioso el mundo,
que seca el corazón… ¡En fin, es tedio!
Dios
Autor: Gabriel García Tassara
Mírale, Albano, y niégale. Es Dios, el Dios del mundo.
Es Dios, el Dios del hombre. Del cielo hasta el profundo
por medio de los cielos deslízase veloz.Mírale en ese carro de arrebatadas nubes;
mírale entre esos grupos de espléndidos querubes;
oye en el son del trueno su omnipotente voz.¿Adónde va? ¿Qué dice? Como le ves ahora,
de la creación atónita en la suprema hora
precipitando mundos bajo sus pies vendrá.Al aquilón postrero que aguarda en el abismo
tal vez le está diciendo en este instante mismo:
«Levántate», y mañana la tierra no será.¡Ah, miserable el hombre que dice que no existe!
¡Desventurada el alma que a esta visión resiste
y no levanta al cielo los ojos y la voz!¡Señor, Señor!, te escucho. ¡Señor, Señor!, te veo.
¡Oh tú, Dios del creyente! ¡Oh tú, Dios del ateo!
Aquí tienes mi alma… ¡Tómala!… Tú eres Dios.
Dicen que no hablan las plantas…
Autor: Rosalía de Castro
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros;
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre, cuando yo paso,
de mí murmuran y exclaman: «Ahí va la loca, soñandocon la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado».
Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha;mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de la vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños;
sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?
A mi patria
Autor: Jorge Isaacs
Dos leones del desierto en las arenas,
de poderosos celos impelidos,
luchan lanzando de dolor bramidos
y roja espuma de sus fauces llenas.Rizan, al estrecharse, las melenas
y tras nube de polvo confundidos,
vellones dejan, al rodar, caídos,
tintos en sangre de sus rotas venas.La noche allí los cubrirá lidiando…
Rugen aún… Cadáveres la aurora
sólo hallará sobre la pampa fría.Delirante, sin fruto batallando,
el pueblo dividido se devora;
¡Y son leones tus bandos, patria mía!
La ausencia
Autor: Esteban Echevarría
Fuese el hechizo
del alma mía,
y mi alegría
se fue también:
en un instante
todo he perdido,
¿dónde te has ido
mi amado bien?Cubrióse todo
de oscuro velo,
el bello cielo,
que me alumbró;
y el astro hermoso
de mi destino,
en su camino
se oscureció.Perdió su hechizo
la melodía,
que apetecía
mi corazón.
Fúnebre canto
sólo serena
la esquiva pena
de mi pasión.Do quiera llevo
mis tristes ojos,
hallo despojos
del dulce amor;
do quier vestigios
de fugaz gloria,
cuya memoria
me da dolor.Vuelve a mis brazos
querido dueño,
sol halagüeño
me alumbrará;
vuelve; tu vista,
que todo alegra,
mi noche negra
disipará.