Estoicismo: un remedio para la vida moderna

En nuestro artículo anterior sobre el Estoicismo, mencionamos que el bienestar no está en los objetos externos, sino en el dominio de uno mismo. Es decir, el bien propio no depende de las cosas y situaciones que ocurren en el mundo exterior.

Entonces, las cosas que nos afectan no tienen que ver con lo que nos sucede, sino con la manera en que evaluamos lo que nos sucede y ser consciente de ello nos permite experimentar el bienestar propio.

El ego frágil y la vanidad desmedida podrían remediarse a través del repaso consciente de los principios estoicos.

Hombre y mujer sentados riendo y tomando café. En las piernas de la mujer hay un perro.
Ph. Pixabay

El caos en el que vivimos actualmente se parece a la época de los estoicos: la incertidumbre política derivada del colapso del imperio macedonio después de la muerte de Alejandro Magno; la incertidumbre y esa sensación de no poder controlar nuestro futuro nos afligen constantemente.

Actualmente, nuestra vida es incierta, y el futuro, también lo es. Ante la expectativa de las crisis económicas, las catástrofes ambientales, la pandemia y todas aquellas cosas que no podemos controlar, nos caería bien retomar una filosofía que nos brinde herramientas para lidiar con la crisis.

Con tanta crisis, filósofos contemporáneos han venido hablando de nuevo del Estoicismo. No es la panacea absoluta, pero el ego frágil y la vanidad desmedida pueden remediarse con poner en práctica los principios estoicos; esa forma de llevar la vida que invita a actuar hasta el límite de lo posible y a aceptar que hay situaciones de las cuales somos impotentes.

El Estoicismo podría relajar el estrés cotidiano

Existe el riesgo de confundir el Estoicismo con la voluntad desmedida, esa tan rentable económicamente observada en aquellos procesos de coaching de “ayuda” para que las personas logren alcanzar sus “objetivos y metas”. Los estoicos consideraban a la poesía como un medio legítimo de conocimiento, pues la lírica fluye sin objetivos y metas claras; una fuente de libertad interior alejada de la exigente búsqueda del logro de “metas”.

Ludwig Wittgenstein, estoico moderno, decía: “nada podía ocurrirle”, una manera de indicar que pasar lo que fuera, sabría aprovechar la experiencia. Mientras la sociedad moderna se preocupa por la resistencia a la pérdida (de las cosas, de la juventud, la seguridad…), el estoicismo conserva intacto el principio de no aferrarse demasiado a las cosas y situaciones. Principalmente, cuando no tenemos control sobre estas.

Los estoicos reflexionaron sobre el destino, el curso de la naturaleza y el espíritu; fueron moralistas, defendieron una vida de virtuosismo alejada de pasiones apremiantes. Nada de esto se compara con esta sociedad moderna, tan dependiente y adscrita a los apegos.

Todo parece indicar que el estoicismo no es compatible con el mundo moderno, sin embargo, no estaría mal poner en práctica algunos de sus principios. Disminuir la intensidad de las emociones (no descartarlas, solo ser conscientes de ellas), vivir más acordes a nuestra naturaleza y quizá la más importante: aceptar nuestro destino tal y como ocurre; nos permitirá llevar una vida más satisfactoria y libre de cargas.

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