Una mañana, uno de nosotros se quedó sin el negro, y fue el nacimiento del impresionismo. Autuste Renoir.
Luis Leroy criticó de forma peyorativa a “Impresión, sol naciente” un cuadro de Monet que casualmente se convertiría en la obra insignia del movimiento y a la cual se le debería el nombre.
El impresionismo nace a partir de la segunda mitad del siglo XIX y a grandes rasgos, se caracteriza por plasmar la luz y el instante, sin importar la identificación de los elementos que proyecta.
Las cosas no se definen, sino que se ilustra la impresión visual de esas cosas. Esto hace que las partes inconexas den lugar a un todo unitario. Esto quedó demostrado de forma científica y psicológica por Gestalt.
Este movimiento se caracteriza por usar colores puros sin mezclar. Se busca no ocultar la pincelada y darle protagonismo a la luz y el color. Así, las formas se diluyen dependiendo la luz que reciben y una misma forma cambia según la luz arrojada sobre ellas. Esto, da como resultado una pintura completamente distinta.
Por lo tanto, el impresionismo fue muy utilizado por paisajistas, pues, buscaban plasmar en sus obras el cambio de luminosidad, el instante.