Las fábulas de Esopo han entretenido y enseñado a la primera infancia de la humanidad sabiduría y valores desde hace muchos siglos. Y a pesar de no haber inventado este género literario, a este autor se le considera como el más importante fabulista del mundo.
Se sabe muy poco de Esopo, incluso, se dice que nunca existió. Sin embargo, Herodoto fue la primera persona que habló de él, diciendo que este autor de fábulas había sido esclavo.
En honor a su legado, compartimos las fábulas de Esopo más conocidas e importantes para que lleves la imaginación de aquellos niños y niñas hacia un mundo de fantasía, y les enseñes moralejas que les serán muy útiles para su vida.
La liebre y la tortuga
Una tortuga y una liebre discutían sobre quién era más rápida. Así, fijaron una fecha y un lugar y se separaron. La liebre, por su natural rapidez, descuidó el ponerse a la carrera, se tiró al borde del camino y se durmió. Pero la tortuga, consciente de su propia lentitud, no cesó de correr, y de este modo tomó la delantera a la liebre dormida y se llevó el premio del triunfo.
Esta fábula es un clásico de Esopo. Nos enseña que la constancia es la que nos lleva a lograr nuestras metas.
La hormiga y la paloma
Una hormiga bebía agua en un río, con tan mala suerte que cayó al agua. Pasaba por ahí una paloma que, al oír sus gritos de auxilio, corrió a salvar a la pequeña hormiga.
—Gracias, amiga paloma —dijo la hormiga muy agradecida—. Si algún día estás en peligro, yo te ayudaré.
Varias semanas después, un cazador vio a la paloma sobre una rama. Estaba a punto de disparar su escopeta cuando, de pronto, la hormiga se metió por debajo del pantalón y le mordió la pierna. Y así pudo la paloma escapar, sana y salva.
Con esta fábula, Esopo nos enseña la importancia de siempre ayudar a los demás. No sabemos en qué momento de nuestras vidas podemos necesitar ayuda de alguien más.
La hormiga y la cigarra
En el invierno una hormiga sacaba a airear de su hormiguero el grano que había amontonado durante el verano. Una cigarra hambrienta le suplicaba que le diera algo de comida para seguir viviendo. «¿Qué hacías tú el verano pasado?», preguntó la hormiga. «No estuve haraganeando —dijo la cigarra—, sino ocupada todo el tiempo en cantar.» Riéndose la hormiga y guardando el grano dijo: «Pues baila en invierno ya que en verano tocaste la flauta.»
Esta fábula enseña que el empeño y el trabajo constante nos permite afrontar mejor los cambios de la vida.
El león y el ratón
Mientras dormía un león, un ratón se puso a corretear por encima de su cuerpo. El león se despertó y estaba ya a punto de devorar al ratón. Éste pidió que le soltara, diciendo que si le salvaba, se lo agradecería. El león sonriendo le dejó escapar. Pero poco después sucedió que el león se salvó gracias al ratón. Pues unos cazadores que lo habían apresado le ataron con una cuerda a un árbol, el ratón, al oír sus lamentos, acudió, royó la cuerda y cuando lo libró dijo: «Tú antes te reíste de mí porque no esperabas que yo te devolviera el favor; pero ahora sabes ya bien que entre los ratones hay agradecimiento.»
Esta fábula enseña sobre la importancia de la generosidad en nuestros corazones para ayudarnos los unos a los otros.
El ciervo y su reflejo
Había una vez un ciervo que se acercó a un lago para beber. Al ver su reflejo en el agua, dijo:
—¡Qué cuernos tan majestuosos! Son impresionantes. Pero ¿estas patas? ¡Qué frágiles y finas en comparación con los cuernos!
De pronto, apareció un león dispuesto a comerle. El ciervo corrió y corrió con sus ágiles patas. Casi había despistado al león cuando sus cuernos se enredaron en las ramas de un árbol. Y entonces comprendió que lo que tanto admiraba, su cornamenta, iba a ser su perdición.
En esta oportunidad se nos enseña a querernos y aceptarnos tal y como somos y valorar lo que tenemos.
El lobo disfrazado de cordero
Esto era un lobo muy hambriento que vio un rebaño de ovejas. Un día encontró una piel de oveja en el bosque y tuvo una idea para despistar al pastor.
—Me disfrazaré con esta piel de oveja. Así las ovejas y el pastor creerán que soy una oveja más.
Y su plan funcionó. Al atardecer, el lobo fue llevado al establo con el resto de las ovejas. El lobo se relamió, pensando en el gran banquete que se daría por la noche. Pero, cuando anocheció, el pastor entró en el establo buscando carne para cenar. Y, creyendo que el lobo era una oveja, lo tomó y se lo llevó.
Esta fábula nos enseña que las mentiras y las trampas siempre nos traerán otros problemas.
El lobo y el cordero
Un lobo que vio a un cordero en un río quiso comérselo con un pretexto verosímil. Por eso, aunque estaba río arriba, le acusó de revolver el agua y no dejarle beber. El cordero contestó que estaba bebiendo con la punta de los labios y que, además, era imposible que él, que estaba más abajo, agitara el agua río arriba. El lobo, como fracasó con su acusación, dijo: «Pero el año pasado tú insultaste a mi padre.» El cordero replicó que hace un año aún no había nacido. El lobo entonces le dijo: «Pues aunque te salgan bien tus justificaciones no voy a dejar de comerte.»
En esta fábula está claro que sin importar el pretexto el lobo está dispuesto a sacar su maldad a flote y aprovecharse de la inocencia y humildad del cordero. Por último, enseña que cuando se tiene el propósito de hacer daño no existen argumentos justos.
El caballo y el asno
Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día en que iban a la ciudad con los fardos cargados, el asno se sintió muy cansado y pidió ayuda al caballo. Pero el caballo se hizo el sordo y siguieron el camino.
Una hora después, el asno se desplomó, sin fuerzas. Entonces el dueño echó toda la carga del asno y al propio asno encima del caballo.
—Debí haber ayudado al asno cuando me lo pidió —se lamentó el caballo—. Ahora no tendría que llevar tanto peso…
La enseñanza inmersa en esta fábula es acerca del bien que nos hacemos a nosotros mismos cuando ayudamos a los demás.
El avaro
Érase una vez un hombre muy rico que vendió todo lo que tenía a cambio de varios lingotes de oro. Y para que nadie le robara, enterró el oro en un bosque. Todos los días acudía al lugar para comprobar que su oro seguía allí, sin saber que un ladrón lo vigilaba escondido.
Una noche, el ladrón desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el rico descubrió el robo, dio tal grito que un vecino se acercó a ver qué pasaba. El hombre rico lloraba, desesperado. Entonces el vecino tomó unas piedras, las enterró en el mismo lugar y dijo:
—Aquí tiene su tesoro. Sabe que nunca habría gastado sus lingotes. ¿Qué más le da, entonces, que sean piedras? Así por lo menos dejará de sufrir.
Esta fábula nos enseña a vivir sin avaricia.
La zorra y la cigüeña
Cuentan que una zorra invitó a cenar a su vecina la cigüeña. Le sirvió sopa en un plato llano, y la pobre cigüeña no pudo tomar nada con su largo pico. Entonces la cigüeña invitó a comer a la zorra. Le sirvió un delicioso guiso de carne en una vasija alta.
—Vecina, así no alcanzo a comer nada —se quejó la zorra.
—¿De verdad? Pues entonces disfrutarás de mi cena tanto como yo disfruté de la tuya.
Aquí se nos enseña a tratar a las demás personas con mucho respeto y de la forma que desamor que nos traten a nosotros.
La lechera
Érase una vez una joven campesina que salió al mercado a vender un cántaro lleno de leche. Por el camino, iba pensando qué haría con las ganancias:
—Con el dinero que gane, compraré doscientos huevos. Los huevos me darán hermosos pollitos, que venderé al mejor precio. Con ese dinero, compraré un cerdito. Y cuando lo venda, me compraré el vestido más hermoso del pueblo.
Tan ensimismada iba la joven que no vio una piedra en el camino y tropezó. El cántaro cayó al suelo, haciéndose añicos. Adiós a la leche, a los huevos, los pollitos, el cerdito y al maravilloso vestido con los que había soñado.
En esta oportunidad el autor nos enseña a vivir la realidad, a valorar y ser felices con lo que tenemos.
La zorra y el cuervo
Un cuervo que había robado un trozo de carne, se posó en un árbol. Y una zorra, que lo vio, quiso adueñarse de la carne, se detuvo y empezó a exaltar sus proporciones y belleza, le dijo además que le sobraban méritos para ser el rey de las aves y, sin duda, podría serlo si tuviera voz. Pero al querer demostrar a la zorra que tenía voz, dejó caer la carne y se puso a dar grandes graznidos. Aquélla se lanzó y después que arrebató la carne, dijo: «Cuervo, si también tuvieras juicio, nada te faltaría para ser el rey de las aves.»
Para Esopo, el zorro es un animal muy común a través de sus fábulas; este ser se hace ver como astuto y como un animal que encuentra soluciones a sus problemas de una manera poco convencional.
En esta fábula se exponen los peligros de la vanidad y la soberbia.
El cuervo y la jarra
Hubo una vez una gran sequía. Un cuervo sediento vio, de pronto, una jarra, pero su pico no alcanzaba el agua.
—¡No puede ser! Moriré de sed si no encuentro la forma de beber.
El cuervo metió aún más el pico y zarandeó la jarra, pero nada… Entonces metió la pata con la idea de mojarla y poder lamer alguna gota, pero su pata también era demasiado corta.
A punto estaba de tirar la toalla cuando tuvo una idea. Durante una hora estuvo el cuervo metiendo piedras en aquella jarra. Era un trabajo lento y pesado, pero al final obtuvo su recompensa. Gracias a las piedras, el agua subió hasta el borde de la jarra y el cuervo pudo saciar su sed.
En esta fábula, Esopo nos enseña la importancia de mantener la tranquilidad y la paciencia frente a los problemas, pues ante la dificultad, surgen las mejores ideas.
El pastor y el lobo
Había una vez un joven pastor que todos los días llevaba a su rebaño a pastar. Como se aburría muchísimo, decidió gastar una broma a los campesinos del lugar.
—¡Que viene el lobo! ¡Auxilio! ¡Mis ovejas!
Los campesinos corrieron a ayudarle, pero no vieron ni rastro del lobo. El joven pastor rió a carcajadas, mientras los campesinos se alejaban muy enfadados. Una semana después, el pastor volvió a gastarles la misma broma.
Hasta que un día, el pastor vio acercarse a un lobo. Aterrorizado, gritó pidiendo auxilio. Pero esta vez, los campesinos no le creyeron y el pastor se quedó sin su rebaño.
La moraleja consiste en evitar decir mentiras, pues cuando digamos la verdad, nadie nos creerá.
La Gallina de los huevos de oro
Érase una vez un campesino pobre que encontró una gallina muy especial: cada día ponía un huevo de oro. Desde ese día, su suerte cambió y se convirtió en el hombre más rico de la región.
Pero llegó el día en que el campesino quiso más huevos de oro al día. Y tuvo una idea.
—Si la gallina pone huevos de oro, será porque los tiene dentro… ¿Y si saco todos de golpe?
Así fue como el campesino ambicioso mató a la gallina y, con ella, su fuente de riqueza. Desde ese día se tuvo que conformar con huevos de yema.
Esta fábula nos enseña a evitar la avaricia.
El cascabel del gato
Había una vez unos ratones que vivían atemorizados por un gato. Cada vez que salían a por comida, el gato los perseguía. Hacía semanas que no comían nada. Entonces, uno de los ratones tuvo una idea:
—¡Ya sé! Pondremos un cascabel al gato. Así lo oiremos a tiempo y podremos escapar.
—¡Qué buena idea! —contestó el ratón más viejo—. Pero ¿quién será el valiente que le ponga el cascabel?
Todos los ratones pusieron excusas y volvieron a sus hogares, más hambrientos que nunca.
Aquí se nos enseña a evitar opinar y hablar de los demás, pues del dicho al hecho hay mucho trecho.