Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto bajo el seudónimo y posterior nombre legal Pablo Neruda, escribió poesía desde muy joven y conquistó los corazones del mundo a través de sus versos.
Brillantes personalidades de la literatura como Gabriel García Márquez y el crítico literario Harold Bloom lo consideran como uno de los escritores poetas más importantes del siglo XX. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1971, obtuvo un doctorado Honoris causa en la Universidad de Oxford y además fue un político chileno donde llegó ser embajador de Chile en Francia, senador y precandidato presidencial.
Ricardo Eliécer nació en Parral el 12 de julio de 1904 y murió el 23 de septiembre de 1973. En octubre de 1920, comenzó a firmar sus trabajos con el seudónimo de Pablo Neruda principalmente, para evitar malestar en su padre por tener un hijo poeta.
Con el poema “La canción de fiesta” obtuvo su primer premio de la Federación de Estudiantes de Chile. Luego, publicó en 1923 Crepusculario, un libro muy elogiado en su época y en 1926 publicó tres libros con un renovado toque vanguardista: El Habitante y su esperanza, Anillos en compañía de Tomás Lago y Tentativa del hombre infinito.
Poemas de Pablo Neruda
Te compartimos una selección de poemas de Pablo Neruda, deseamos que los disfrutes.
1. Poema 1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.
Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.
Este poema hace parte del libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, donde se observa a un Neruda rebelde, pero con cierto dolor porque sufre de amor y lo anhela.
2. Poema 4
Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.
Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.
En este poema el verano es protagonista, sin embargo, es irrumpido con la tempestad repentina. Se dice que es una metáfora a una separación momentánea con alguien, con la que ha tenido momentos buenos y malos.
3. Cien sonetos de amor
Desnuda eres tan simple como una de tus manos:
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente.
Tienes líneas de luna, caminos de manzana.
Desnuda eres delgada como el trigo desnudo.
Desnuda eres azul como la noche en Cuba:
tienes enredaderas y estrellas en el pelo.
Desnuda eres redonda y amarilla
como el verano en una iglesia de oro.
Desnuda eres pequeña como una de tus uñas:
curva, sutil, rosada hasta que nace el día
y te metes en el subterráneo del mundo
como en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu claridad se apaga, se viste, se deshoja
y otra vez vuelve a ser una mano desnuda.
En estos versos resalta la belleza de una mujer que lo atrapa. Recorre su cuerpo con la memoria y con cada palabra describe las cualidades de aquella mujer.
4. Amiga, no te mueras
Amiga, no te mueras.
Óyeme estas palabras que me salen ardiendo,
y que nadie diría si yo no las dijera.
Amiga, no te mueras.
Yo soy el que te espera en la estrellada noche.
El que bajo el sangriento sol poniente te espera.
Miro caer los frutos en la tierra sombría.
Miro bailar las gotas del rocío en las hierbas.
En la noche al espeso perfume de las rosas,
cuando danza la ronda de las sombras inmensas.
Bajo el cielo del Sur, el que te espera cuando
el aire de la tarde como una boca besa.
Amiga, no te mueras.
Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.
El que trajo en los brazos jacintos amarillos.
Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.
El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.
El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.
Yo soy el que en los labios guarda sabor de uvas.
Racimos refregados. Mordeduras bermejas.
El que te llama desde las llanuras brotadas.
Yo soy el que en la hora del amor te desea.
El aire de la tarde cimbra las ramas altas.
Ebrio, mi corazón. bajo Dios, tambalea.
El río desatado rompe a llorar y a veces
se adelgaza su voz y se hace pura y trémula.
Retumba, atardecida, la queja azul del agua.
Amiga, no te mueras!
Yo soy el que te espera en la estrellada noche,
sobre las playas áureas, sobre las rubias eras.
El que cortó jacintos para tu lecho, y rosas.
Tendido entre las hierbas yo soy el que te espera!
Este es un poema triste donde el más profundo deseo es que su amiga no se vaya de este mundo.
5. El mar
Necesito el mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos.
El hecho es que hasta cuando estoy dormido
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas
como si algún planeta tembloroso
participara paulatina muerte,
no, del fragmento reconstruyo el día,
de una racha de sal la estalactita
y de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,
incesante viento, agua y arena.
Parece poco para el hombre joven
que aquí llegó a vivir con sus incendios,
y sin embargo el pulso que subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que crepitaba,
el desmoronamiento de la estrella,
el tierno desplegarse de la ola
despilfarrando nieve con la espuma,
el poder quieto, allí, determinado
como un trono de piedra en lo profundo,
substituyó el recinto en que crecían
tristeza terca, amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.
Muchos de los poemas de Pablo Neruda tuvieron su fuente de inspiración en el mar, pues aparte de encantarle, vivió en Valparaíso, una ciudad situada en el litoral chileno
6. Puedo escribir los versos más tristes esta noche…
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
En este poema se refleja una profunda tristeza por no poder estar con la persona amada. Por querer y no poder, por desear y no tener, por soñar y despertar.
7. Mujer, nada me has dado
Nada me has dado y para ti mi vida
deshoja su rosal de desconsuelo,
porque ves estas cosas que yo miro,
las mismas tierras y los mismos cielos,
porque la red de nervios y de venas
que sostiene tu ser y tu belleza
se debe estremecer al beso puro
del sol, del misino sol que a mí me besa.
Mujer, nada me has dado y sin embargo
a través de tu ser siento las cosas:
estoy alegre de mirar la tierra
en que tu corazón tiembla y reposa.
Me limitan en vano mis sentidos
-dulces flores que se abren en el viento-
porque adivino el pájaro que pasa
y que mojó de azul tu sentimiento.
Y sin embargo no me has dado nada,
no se florecen para mí tus años,
la cascada de cobre de tu risa
no apagará la sed de mis rebaños.
Hostia que no probó tu boca fina,
amador del amado que te llame,
saldré al camino con mi amor al brazo
como un vaso de miel para el que ames.
Ya ves, noche estrellada, canto y copa
en que bebes el agua que yo bebo,
vivo en tu vida, vives en mi vida,
nada me has dado y todo te lo debo.
En este poema se refleja a esa persona que no nos brinda nada pero que aun así, seguimos con una inmensa atracción que alimenta el deseo de estar junto a ella.
8. Tengo miedo
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo, de una calma agonía
sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
Sus conflictos internos provocan un gran miedo en el escritor. Este miedo es tan sentido que afecta notablemente su mente y cuerpo.
9. Soneto 93
Si alguna vez tu pecho se detiene,
si algo deja de andar ardiendo por tus venas,
si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,
si tus manos se olvidan de volar y se duermen,
Matilde, amor, deja tus labios entreabiertos
porque ese último beso debe durar conmigo,
debe quedar inmóvil para siempre en tu boca
para que así también me acompañe en mi muerte.
Me moriré besando tu loca boca fría,
abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,
y buscando la luz de tus ojos cerrados.
Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo
iremos confundidos en una sola muerte
a vivir para siempre la eternidad de un beso.
Este poema relata cuando el amor entra en contacto con la muerte.
10. Era mi corazón un ala viva y turbia…
Era mi corazón un ala viva y turbia…
un ala pavorosa llena de luz y anhelo.
Era la primavera sobre los campos verdes.
Azul era la altura y era esmeralda el suelo.
Ella -la que me amaba- se murió en primavera.
Recuerdo aún sus ojos de paloma en desvelo.
Ella -la que me amaba- cerró sus ojos… tarde.
Tarde de campo, azul. Tarde de alas y vuelos.
Ella -la que me amaba- se murió en primavera…
y se llevó la primavera al cielo.
Este poema es el vivo recuerdo de esa mujer que una vez amó. Habla de que a pesar de que el amor está muerto, sigue vivo como el primer día.
11. Amor
Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.
Y todavía amarte más y más.
Este poema resalta lo fuerte y profundo que es el amor. Sin embargo, trata de un amor no consumado y habla del profundo deseo de perderse en ese cuerpo.
12. Poema 12
Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran
y huyen pájaros que dormían en tu alma.
Del libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, el tema principal es la ausencia del ser humano.
13. Si tú me olvidas
Quiero que sepas una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco junto al fuego la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti, como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales, fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien, si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto me olvidas no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas que pasa por mi vida
y te decides a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa que en ese día,
a esa hora levantaré los brazos
y saldrán mis raíces a buscar otra tierra.
Pero si cada día,
cada hora sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
Este poema recuerda a esa persona que da un vuelco a tu corazón y hace aflorar sentimientos que pensabas imposibles de sentir.
14. Soneto 22
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.
Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angola, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.
Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto
mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
Trata del recuerdo de un amor que posiblemente no es correspondido. Exalta la fuerza del corazón para estar enamorado sin ver, solo con los recuerdos y la esperanza.
15. No culpes a nadie
Nunca te quejes de nadie, ni de nada,
porque fundamentalmente tú has hecho
lo que querías en tu vida.
Acepta la dificultad de edificarte a ti
mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de
las cenizas de su error.
Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte,
enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de
tus actos y prueba que tu siempre
has de ganar..
No te amargues de tu propio fracaso ni
se lo cargues a otro, acéptate ahora o
seguirás justificándote como un niño.
Recuerda que cualquier momento es
bueno para comenzar y que ninguno es
tan terrible para claudicar.
No olvides que la causa de tu presente
es tu pasado así como la causa de tu
futuro será tu presente.
Aprende de los audaces, de los fuertes,
de quien no acepta situaciones,
de quien vivirá a pesar de todo,
piensa menos en tus problemas
y más en tu trabajo y tus problemas
sin eliminarlos morirán.
Aprende a nacer desde el dolor y a ser
más grande que el más grande de los obstáculos,
mírate en el espejo de ti mismo
y serás libre y fuerte y dejarás de ser un
títere de las circunstancias porque tú
mismo eres tu destino.
Levántate y mira el sol por las mañanas
y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu vida,
ahora despiértate, lucha, camina,
decídete y triunfarás en la vida;
nunca pienses en la suerte,
porque la suerte es:
el pretexto de los fracasados…
Este poema hace referencia a la culpa. Aconseja no culpar a nadie, mirarse a sí mismo y seguir adelante.
Te invitamos a leer el poema Te quiero sin mirar atrás de Mario Benedetti