La prolongada carrera de Louise Bourgeois es reconocida por la angustia. La cólera, el miedo, la inseguridad o el dolor son emociones que la artista iba cargando para luego generar sus originales creaciones escultóricas.
A finales de los años setenta, Bourgeois le dota nueva dimensión a su forma de escultura y desarrolla así sus primeras instalaciones. Esta época coincide además con su doloroso duelo tras la muerte de su esposo y decide enfrentarse a un pasado que la perseguía desde niña.
Así, con The destruction of the father (1974) ella revive un episodio de su infancia, de cuando ella y sus hermanos vivían con su madre, padre y Sadie, la institutriz inglesa que les enseñaba su lengua materna.
Louise sentía gran aprecio por Sadie, sin embargo, se decepcionó cuando descubrió que su tutora era la amante de su padre. Su rabia se mantuvo por diez años y a través de este sentimiento y los celos, la artista identificaría la idea de aniquilar a su progenitor como el pulsar que motivó su práctica artística de sus inicios.
Fue un alivio que Bourgeois viera el arte como terapia. A sus ocho años y tras una discusión con su padre, la artista creó su primera escultura en miga de pan. A continuación, se dispuso a descuartizar esa pequeña figura mirando en ella la imagen de su padre, para luego comerse los miembros amputados.
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Cinco décadas después, la artista vuelve y satisface de nuevo su fantasía parricida.
El resultado es el siguiente: una visión en que la joven Louisey sus hermanos sentados en la mesa, desmiembran y devoran a su padre en un acto de violento canibalismo, como respuesta al inmenso dolor provocado por su padre.
La artista, con una necesidad de liberarse de este trauma infantil y sin poder perdonar, va más allá de lo imaginario, y en su ansia de venganza, se descarga en un entorno que si puede dominar: el arte y la escultura. La destrucción del padre, no es otra cosa que la obra material de su desahogo.
Quien observa la obra, debe enfrentarse a un escenario oscuro, bañado por una luz intensa color rojo sangre. Hay una mesa está en el centro del espacio, con protuberancias de aparente blandura que recuerdan partes del cuerpo humano. Senos, nalgas, vientres, órganos y vísceras…
Con esta obra Louise buscó satisfacer un deseo visceralque nunca podría llegar a satisfacer en la realidad.
Con The destruction of the father, el recuerdo que evocaba era tan poderoso, y tan duro el trabajo de proyectarlo hacia fuera, que [… ] sentía como si efectivamente hubiese sucedido. Realmente me transformó [1].
Referencias bibliográficas
[1] Apuntes de una entrevista con Donald Kuspit, en BOURGEOIS, Loiuse: Destrucción del padre / reconstrucción del padre: escritos y entrevistas (1923–1997), Madrid, Síntesis, 2008, p. 85.